miércoles, 12 de marzo de 2008

LOS NUEVOS PECADOS CAPITALES

LA IGLESIA PROCLAMA: LOS NUEVOS PECADOS CAPITALES

HAY UNOS CUANTOS QUE TRATAN SOBRE EL MEDIO AMBIENTE. TE PRESENTAMOS UNA FICHA DE TRABAJO.


SOLO LA ECOLOGÍA HUMANA PUEDE RESOLVER LOS PROBLEMAS AMBIENTALES
El obispo Giampaolo Crepaldi considera que los cristianos deben contribuir hoy a desarrollar una cultura ecológica equilibrada, libre de condicionamientos ideológicos.
El secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz hizo su propuesta el 21 de febrero en un congreso que convocaba en la capital italiana a diputados y senadores de varios partidos, así como 17 fundaciones, institutos y asociaciones empeñadas en la defensa del medio ambiente y en la promoción de la ecología humana.
Promovido por el profesor Paolo Togni, presidente de la asociación para el medio ambiente VIVA (www.vivaaa.org), el encuentro se centró en el tema «Materiales para el programa medioambiental del próximo gobierno».
Es necesaria «una renovada y equilibrada cultura ecológica y ambiental, libre de condicionamientos ideológicos capaz de orientar una eficaz e inteligente acción de gobierno», comenzó diciendo monseñor Crepaldi.
El obispo saludó con satisfacción la presencia de las numerosas asociaciones medioambientales, «expresión feliz --observó-- de la denominada avanzadilla de la sociedad civil».
Respecto a la política, monseñor Crepaldi precisó que «no puede limitarse únicamente al mundo de los problemas históricos de los partidos y del gobierno», sino que debe ofrecer su contribución para que puedan ser asumidas «las responsabilidades mismas de la sociedad civil en virtud del principio de subsidiariedad».
La doctrina social cristiana, desde los inicios de la revolución industrial propuso y promovió el principio de subsidiariedad, según el cual, como explica el número 1883 del Catecismo de la Iglesia Católica, «una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común».
En cuanto a la información sobre el medioambiente, el secretario de Justicia y Paz subrayó la necesidad de una «higiene informativa» y criticó «una información a menudo marcada por el sensacionalismo», denunciando el elevado «índice de contaminación informativa».
Por esto, monseñor Crepaldi urgió a «una obra de promoción educativa a todos los niveles, partiendo de presupuestos ético-culturales, no deudores de ideologías un tanto extravagantes y a fin de cuentas inhumanas».
Hablando de la doctrina social de la Iglesia, el prelado precisó que «tanto en el campo medioambiental como en la vida, para lograr obtener resultados no hay que concentrarse en la naturaleza materialmente entendida sino en el hombre y su vocación, y en Dios que ha querido asociar al hombre a su creación».
«Parece una paradoja --explicó monseñor Crepaldi--, pero para desarrollar una cultura del ambiente natural hay que tomar distancia y apuntar a lo que es verdaderamente esencial: el bien auténtico de las persona humana y el verdadero bien común».
«Como consecuencia --sostuvo--, pero sólo como consecuencia, salvaremos también a las focas y al panda, los acuíferos y el aire que respiramos. Sólo la ecología humana resuelve verdaderamente los problemas de la ecología ambiental».
El secretario del dicasterio vaticano explicó el decálogo para un medio ambiente a medida del hombre según la doctrina social de la Iglesia, partiendo de la Sagrada Escritura que indica los criterios morales fundamentales para afrontar la cuestión medioambiental, es decir «la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios Creador» y «la encarnación de Jesús».
En segundo lugar, monseñor Crepaldi subrayó que «no se debe reducir de modo utilitario la naturaleza a mero objeto de manipulación y explotación» y «no se debe absolutizar la naturaleza, ni superponerla en dignidad a la misma persona humana».
En tercer lugar, el secretario de Justicia y Paz subrayó que la cuestión medioambiental afecta a todo el planeta, «patrimonio común del género humano», cuya responsabilidad se extiende «no sólo a las generaciones presentes» sino también a «las futuras».
En cuarto lugar, el obispo subrayó «el primado de la ética sobre la técnica» y «la necesidad de salvaguardar siempre la dignidad del ser humano».
En quinto lugar, monseñor Crepaldi afirmó que «no hay que considerar a la naturaleza como una realidad sagrada o divina, sustraída a la acción humana» y que por este motivo «son indeseables las intervenciones del hombre cuando dañan a los seres vivos o al medio ambiente natural, mientras que son loables cuando se traducen en su mejora».
En sexto lugar, subrayó «la necesidad de armonizar las políticas de desarrollo con las políticas medioambientales, a nivel nacional e internacional» de modo que «toda actividad económica que se avale de los recursos naturales, debe también preocuparse de la salvaguardia del medio ambiente y prever sus costes, que hay que considerar como una capítulo esencial de los costes de la actividad económica».
En séptimo lugar, monseñor Crepaldi subrayó que «la cuestión medioambiental exige que se obre activamente por el desarrollo integral y solidario de las regiones más pobres del planeta», recordando el destino universal de los bienes donados por el Creador y el compartir tales bienes según la justicia y la caridad.
En octavo lugar, el secretario del dicasterio vaticano expresó la necesidad de que «la responsabilidad hacia el medio ambiente encuentre una traducción adecuada a nivel jurídico» y que sea elaborada «según las exigencias del bien común.
En noveno lugar, monseñor Crepaldi sugirió estilos de vida «inspirados en la sobriedad, en la templanza, la autodisciplina, a nivel personal y social».
En el décimo y último punto del decálogo, explicó que «si se pone entre paréntesis la relación con Dios, se vacía la naturaleza de su significado profundo, empobreciéndola». «Si en cambio se llega a redescubrir la naturaleza en su dimensión de criatura, se puede establecer con ella una relación comunicativa, captar su significado evocativo y simbólico, penetrar así en el horizonte del misterio que abre al hombre el paso hacia Dios, Creador de los cielos y la tierra».
«De este modo --concluyó-- el mundo se ofrece a la mirada del hombre como huella de Dios, lugar en el que se desvela su potencia creadora, providente y redentora».